jueves, 29 de julio de 2010

El Indio y la Naturaleza


Profundamente integrada en su entorno natural, la vida del indio transcurría en una interrelación y un diálogo permanentes con todos los elementos de la naturaleza, a la que veneraba. Para él, todo en ella tenía un alma, los objetos y los fenómenos naturales árboles, montañas, ríos, animales, el viento, la nube, el rayo...- eran encarnaciones de fuerzas superiores, que podían ayudarle o destruirle, según fuera su actitud para con ellas. Y estos elementos naturales eran, por consiguiente, símbolos que le hablaban y cuyo lenguaje el sabía entender,. de ahí extraía el indio su profunda sabidurla «ecológica», su íntimo conocimiento del mundo natural, que, por otra parte, sabía aprovechar con mucha inteligencia para su sustento, sin destruirlo inútilmente y con un íntimo sentimiento de gratitud que manifestaba constantemente. La tierra, para él, era la Madre Tierra -que le daba el sustento y le cobijaba como hace una madre con sus hijos- y no una simple extensión material destinada a ser explotada para su beneficio económico. Por eso algunas tribus, como los Nez Percés, se negaban incluso a cultivarla, pues ello equivalía a «rasgar el pecho de su madre». Esta naturaleza, este mundo «misteriosamente sumergido en Dios» -en palabras de Frithjof Schuon-, era siempre para el indio un santuario que encerraba la presencia del Gran Espíritu y la manifestaba a través de los innumerables fenómenos naturales. Sin duda, para nuestro mundo de hoy, acuciado por graves problemas ecológicos provocados por una actitud temerariamente destructiva ante la naturaleza y por un modo de vida demasiado alejado de ella, la visión que del mundo natural tenía el piel roja ofrece algunas respuestas que haríamos bien en escuchar.

jueves, 1 de julio de 2010

Consecuencias de la Deuda Externa


Desde el punto de vista de los acreedores la deuda externa es tan sólo una cifra absoluta que los deudores han de hacer efectiva en un plazo de tiempo determinado. Así pues, el hecho de que aún no se haya saldado la deuda externa se ha podido ver como un problema de liquidez de las cuentas de los países deudores pero difícilmente como un problema estructural. En cambio, para los países deudores, hacer frente a las exigencias de los pagos de la deuda externa supone un esfuerzo financiero extraordinario, ya que sus economías son cada vez más débiles y dependientes de los capitales extranjeros.

Sin embargo, lo más grave para muchos países es el hecho que el pago de la deuda externa supone la imposibilidad de invertir y llevar a cabo políticas adecuadas en servicios básicos esenciales para la población, tal y como son la seguridad alimentaria, la potabilización del agua, la salud, la vivienda, la educación, las infraestructuras...

En efecto, según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, en nueve países los pagos del servicio de la deuda externa superaron el gasto anual en salud y educación, y también se sobrepasó el gasto en salud en 29 países más, incluidos 23 del África subsahariana, la región más castigada del planeta. En Tanzania, los pagos del servicio de la deuda externa en el año 1998 supusieron un gasto nueve veces superior al gasto en atención primaria de salud y cuatro veces la educación primaria.

Por otro lado, el pago de la deuda externa ha incentivado la explotación indiscriminada de los recursos naturales, ya que su explotación es una de las pocas formas que tienen estos países para hacerse con suficientes divisas para poder pagar el servicio de la deuda externa. Este hecho, como es de suponer, ha afectado y está afectando gravemente la sostenibilidad de los recursos del planeta.

Asimismo, es muy importante no olvidar que muchos de los países que hoy acarrean grandes deudas fueron gobernados por dictadores civiles y/o militares que desviaron los créditos prestados par la compra de armas, con el fin de silenciar las protestas civiles, o para la compra de bienes de lujos de las élites de sus países, o para hacer obras faraónicas que pretendían ensalzar la figura del líder y que no reportaron ningún beneficio a la población, o que directamente nunca llegaron al país, ya que depositaron el dinero en sus cuentas corrientes de paraísos fiscales.
Casos como los regímenes militares de Argelia, Argentina, Bolivia, Brasil, El Salvador, Talilandia o de dictadores tales como Pinochet en Chile, Duvalier en Haití, Stroessner en Paraguay, la saga de los Somoza en Nicaragua, Suharto en Indonesia, Marcos en Filipinas, Zia-il-Haq en Pakistán, el Sha en Irán, Assad en Siria, Mariam en Etiopía, Siad Barre en Somalia, Moi en Kenia, Nimiery y al-Mahdi en Sudán, el rey Hassan II en Marruecos, Buhari y Abacha en Nigeria, Doe en Liberia, Mobutu al Congo, Banda en Malawi, o el régimen del apartheid en Sudáfrica, entre otros, son claros ejemplos de que en estos países la población careció de toda posibilidad de elegir y de decidir qué se hacía con el dinero que se recibía.

La gran injusticia que se comete al exigir el pago de la deuda externa sin más es no pensar en esa gran mayoría de población que, además de tener que sufrir las terribles represiones que protagonizaron sus mandatarios sobre ellos, nunca se beneficiaron de esos créditos, ya que éstos fueron indebidamente usados en beneficio de unos pocos y para mal de muchos. Es por esto que se puede afirmar con rotundidad que todavía hoy las poblaciones del Sur continúan pagando el coste de oportunidad que supone, en términos de desarrollo, el pago del servicio de la deuda externa.

Deuda Histórica Española


Como es bien sabido, el concepto de deuda va más allá de lo financiero. Acercarnos al concepto de "deuda", significa en su sentido más simple, referirnos a un mínimo de dos sujetos individuales o colectivos, entre los que se ha dado algún tipo de intercambio o interacción desigual. Ese mismo intercambio puede observarse desde múltiples facetas, una de ellas financiera y relativa a la historia contemporánea.

Sin embargo otras formas tan legítimas como la financiera podrían ser igualmente consideradas, y consistir por ejemplo en ampliar ese mismo análisis financiero más allá de 30 años, si se quiere hasta unos 500 años atrás. Incluso sería aceptable analizar los diversos intercambios entre esas mismas dos o más partes en términos ya no financieros sino, por ejemplo, en el uso asimétrico de los recursos naturales planetarios, o como vamos a tratar en este apartado, en el ámbito del sometimiento y expolio de unos seres humanos por otros a lo largo de un segmento de nuestra historia.

Si fuera por tanto de interés tratar ese último tipo de intercambio, el histórico, y nos preguntáramos por si acaso alguna de las antiguas generaciones de españoles y españolas hubieran podido basar sus diversos modelos de producción parcial o totalmente en un usufructo ilegítimo (a ojos de hoy) de las riquezas y sobre todo, de los derechos, libertades y vidas de otros colectivos, que pudieran haber supuesto una ventaja comparativa histórica clara de las sociedades españolas en detrimento de las de los países de la actual Periferia (América Latina, África y Asia), pocos seríamos los que respondiéramos que no.

Por todo ello, puede convenirse en que existe una deuda histórica, una deuda histórica española con algunos países de la Periferia que se encuentra ricamente referenciada por miles documentos de relatos históricos y en los que se recogen los sesgados intercambios que la generaron.

El concepto de deuda histórica ha sido profesado desde diversos escenarios, pero es en el movimiento emancipatorio antirracista de la comunidad afro americana de los Estados Unidos en el que surge la iniciativa de utilizar la amarga evidencia de los largos años de esclavitud de la comunidad negra de los EEUU y de racismo, ejercidos por la comunidad blanca norteamericana, para reivindicar sus derechos y para exigir reparaciones al respecto.

Paulatinamente y también con carácter emancipador se lanza, desde algunos colectivos intelectuales de países del África negra, la deuda histórica en su acepción más amplia. Se refieren en este caso no sólo a la deuda generada por años de trata de esclavas y de ideologías racistas para su sometimiento cultural, social y económico, sino también por los genocidios y expolios rapaces acaecidos durante la conquista de sus pueblos, por el periodo posterior, el colonial, y finalmente por la actual fase neocolonial, en la que destacan el papel de las grandes corporaciones transnacionales, y las políticas comerciales y financieras viabilizadas por las gobiernos de los países ricos, las instituciones financieras internacionales incluido el Banco Mundial, y las élites locales cómplices.

Es por ello, que denominan a sus propios países como países empobrecidos en lugar de países pobres. Léase el siguiente fragmento del manifiesto de Jubileo Sur, Durban, agosto 2001 subrayando tal evidencia:
La esclavitud, el colonialismo o el neocolonialismo han causado un enorme mal a miles de millones de personas en todo el mundo. Estos mismos procesos han sido la base para a acumulación de una riqueza inmensa en manos de una pequeña élite centrada en el Norte.

Pero tal vez sea la Conferencia sobre el Racismo de Durban, República Sudafricana, agosto del 2001, donde mayor difusión se hace de esa deuda histórica que el Norte debería al Sur.

En aquella, los mandatarios de los países del Sur, en especial los de los subsaharianos, postulan más abiertamente que esa deuda histórica debe, en primer lugar, ser aceptada por los países invasores o usufructuarios (EEUU, Reino Unido, Francia, España, etc.), y en segundo lugar, proceder a su urgente reparación (por ejemplo, mediante la anulación de la deuda externa financiera, mediante un plan de financiación y ayuda oficial al desarrollo, el retorno de bienes culturales expatriados, etc.).

Esas demandas eran asumidas no sólo por una buena mayoría de países del mundo, si no también por algunos sectores del propio EEUU, como la comunidad negra o latina.

Como cabía esperar, países como EEUU, el Reino Unido y de Europa, amenazaron con no asistir a la cumbre si se daba peso a esa cuestión. El resultado fue una rebaja considerable de estas demandas bajo presión diplomática, y la segregación de las discusiones al ámbito de la conferencia paralela organizada también en Durban por ONGs y movimientos sociales opuestos a los términos de la cumbre oficial.

Finalmente, se considera oportuno tratar de ilustrar el concepto y legitimidad de la deuda histórica con un estudio de caso concreto sencillo, desarrollado a partir de la noticia del hallazgo de un galeón español hundido en las costas norteamericanas y cargado con toneladas de plata, toneladas obtenidas de la invasión española a las poblaciones indígenas de tierras latinoamericanas.

Deuda Ecológica y Petróleo


Problemática de la deuda ecológica

La desacralización de la tierra, pues las culturas ligadas a la tierra, consideran a la tierra la madre y al petróleo su sangre.
El exterminio de culturas y el sacrificio de la salud de los pueblos.
La pérdida de biodiversidad silvestre y agrícola debido a la contaminación que genera esta actividad.
La destrucción de ecosistemas (mares, costas, bosques, etc.) y la anulación de los servicios ambientales que estos proveen.
La erosión o pérdida de otras fuentes de energía limpia, renovable y de bajo impacto debido a la promoción diferentes tipos de préstamos y a la eliminación de impuestos.
La producción de toneladas de Carbono que llegan inevitablemente a la atmósfera y que rebasan la capacidad de absorción del planeta y que provocan el aumento del efecto invernadero y los cambios climáticos.
La imposición de aumentar las exportaciones de hidrocarburos para pagar la creciente deuda externa.
La apropiación y control de bienes públicos.
El acaparamiento y control monopólico de un recurso estratégico, a través de cual se controla la base del sistema productivo de la sociedad industrial.
Las exportaciones de petróleo y gas no incluyen los costos sociales y ambientales, locales y globales.
Frente a la deuda ecológica os proponemos

La moratoria a la exploración petrolera: iniciar un moratoria a toda la nueva actividad exploratoria que supone detener la destrucción ambiental y cultural que genera esta industria y evitar que la deuda ecológica se incremente. Impedir que nuevas áreas se afecten debido a la explotación de petróleo y gas ya que la conservación de los ecosistemas naturales existentes es la única garantía de sobrevivencia de los pueblos tradicionales alrededor del mundo.
Respetar las figuras jurídicas que sustentan la moratoria a la exploración de petróleo y gas como son los derechos consuetudinarios de los pueblos indígenas y comunidades locales de precautelar la integridad de su territorio y cultura; también los marcos legales nacionales y del derecho internacional, como son el Convenio de Diversidad Biológica, el convenio 169 de la OIT, entre otros.
La soberanía energética: por muchos años hemos exportado petróleo y gas a precios baratos, sin incluir el tiempo y el trabajo para su producción, ni los daños ambientales y culturales que esto ha generado.
El aumento actual de los precios del petróleo está provocando reacciones tales como: la presión a los países productores para colocar más petróleo en el mercado; una mayor presión a los países no miembros de la OPEP para aumentar las reservas, garantizando su acceso a estos recursos; y, el incremento en la cantidad de crudo en el mercado, gracias a reservas de países como Estados Unidos, lo que provocará, a más de los impactos locales y globales, una mayor pérdida de soberanía energética.
Los grandes consumidores y las empresas petroleras han impuesto tradicionalmente los precios del petróleo tomado solamente como referencia los costos de extracción y transporte.
La soberanía energética implica proteger los bienes y recursos, evitar su despilfarro y desarrollar capacidades de autonomía a nivel local y nacional. La mejor manera de garantizar la independencia es desarrollar proyectos de energía a pequeña escala, limpios, autónomos y que no requieran de grandes inversiones. Es necesario reorientar las inversiones, préstamos y subsidios hacia proyectos de energías renovables, limpias y de bajo impacto, que permitan el fomento de las energías sustentables y descentralizadas en base a tecnologías y base científica que ya existe en el Sur.
La soberanía alimentaria: la importación de productos elaborados está subsidiada por el petróleo barato que hemos exportado y nos esclaviza a la dependencia. Una agricultura basada en insumos externos implica utilizar todo un paquete tecnológico que nos obliga a comprar semillas, abonos, plaguicidas, y maquinaria cuyo sustento es el del petróleo. También los alimentos importados están inyectados de petróleo y compiten deslealmente con las producciones nacionales. Estados Unidos que es el principal consumidor de petróleo, y es el principal productor agrícola del mundo, ha logrado establecer un modelo por el cual todos los países pobres lo subsidian.
Para un Estado la soberanía alimentaria implica eliminar todas las actividades que son altamente consumidoras de energía como es la agricultura mecanizada, los cultivos de agroexportación, etc. y que, además, amenazan a otras actividades que son productoras netas de energía, como la agricultura campesina, la recolección, la pesca, etc.
Recuperar la capacidad de sustentación: si reparamos en los verdaderos costos del petróleo, veremos que hemos perdido territorio, salud, dignidad y dinero. En las zonas afectadas por la contaminación petrolera, será posible hablar de soberanía sólo en la medida en que se logre su restauración ambiental y se recupere la capacidad de autosustentación. Juzgar a las empresas petroleras en su país de origen, por los daños ambientales, es una forma de evitar la impunidad ambiental. Permitirá recuperar la capacidad de sustentación y la soberanía.

Internacionalización de la Amazonía


Un estadounidense en las Naciones Unidas introdujo su pregunta, diciendo que esperaba la respuesta de un humanista, no de un Brasileño.

Ésta fue la respuesta del Sr. Cristóvão Buarque:

Realmente, como brasileño, sólo hablaría en contra de la internacionalización de la Amazonía. Por más que nuestros gobiernos no cuiden debidamente ese patrimonio, él es nuestro. Como humanista, sintiendo el riesgo de la degradación ambiental que sufre la Amazonía, puedo imaginar su internacionalización, como también de todo lo demás, que es de suma importancia para la humanidad.

Internacionalicemos las reservas de petróleo y el capital financiero
Si la Amazonía, desde una ética humanista, debe ser internacionalizada, internacionalicemos también las reservas de petróleo del mundo entero. El petróleo es tan importante para el bienestar de la humanidad como la Amazonía para nuestro futuro. A pesar de eso, los dueños de las reservas creen tener el derecho de aumentar o disminuir la extracción de petróleo y subir o no su precio.
De la misma forma, el capital financiero de los países ricos debería ser internacionalizado. Si la Amazonía es una reserva para todos los seres humanos, no se debería quemar solamente por la voluntad de un dueño o de un país. Quemar la Amazonía es tan grave como el desempleo provocado por las decisiones arbitrarias de los especuladores globales. No podemos permitir que las reservas financieras sirvan para quemar países enteros en la voluptuosidad de la especulación.
Internacionalicemos los grandes museos y las grandes ciudades
También, antes que la internacionalización de la Amazonía, me gustaría ver la internacionalización de los grandes museos del mundo. El Louvre no debe pertenecer sólo a Francia. Cada museo del mundo es el guardián de las piezas más bellas producidas por el genio humano. No se puede dejar que ese patrimonio cultural, como es el patrimonio natural amazónico, sea manipulado y destruido por el sólo placer de un propietario o de un país. No hace mucho tiempo, un millonario japonés decidió enterrar, junto con él, un cuadro de un gran maestro. Por el contrario, ese cuadro tendría que haber sido internacionalizado.
Durante ese encuentro, las Naciones Unidas estuvo realizando el Foro Del Milenio, pero algunos presidentes de países tuvieron dificultades para participar, debido a situaciones desagradables surgidas en la frontera de los EE.UU. Por eso, creo que Nueva York, como sede de las Naciones Unidas, debe ser internacionalizada. Por lo menos Manhattan debería pertenecer a toda la humanidad. De la misma forma que París, Venecia, Roma, Londres, Río de Janeiro, Brasilia... cada ciudad, con su belleza específica, su historia del mundo, debería pertenecer al mundo entero.
Internacionalicemos también todos los arsenales nucleares
Si EEUU quiere internacionalizar la Amazonía, para no correr el riesgo de dejarla en manos de los brasileños, peruanos, colombianos, ecuatorianos, bolivianos, etc., internacionalicemos todos los arsenales nucleares. Basta pensar que ellos ya demostraron que son capaces de usar esas armas, provocando una destrucción miles de veces mayor que las lamentables quemas realizadas en los bosques de nuestra selva.
En sus discursos, los actuales candidatos a la presidencia de los Estados Unidos han defendido la idea de internacionalizar las reservas forestales del mundo a cambio de la deuda. Comencemos usando esa deuda para garantizar que cada niño del mundo tenga la posibilidad de comer y de ir a la escuela. Internacionalicemos a los niños, tratándolos a todos ellos sin importar el país donde nacieron, como patrimonio que merecen los cuidados del mundo entero.
Mucho más de lo que se merece la Amazonía. Cuando los dirigentes traten a los niños pobres del mundo como Patrimonio de la Humanidad, no permitirán que trabajen cuando deberían estudiar; que mueran cuando deberían vivir. Como humanista, acepto defender la internacionalización del mundo; pero, mientras el mundo me trate como brasileño, lucharé para que la Amazonia, sea nuestra. ¡¡¡Solamente nuestra!!!

La Frontera Forestal


Por razones éticas, ambientales, económicas y culturales es necesario salvar y gestionar de forma sostenible los bosques, y muy especialmente lo que el Instituto de Recursos Mundiales (WRI) llama la frontera forestal, los grandes bosques primarios aún no fragmentados en pequeños pedazos y capaces de albergar poblaciones viables de todas las especies asociadas a un determinado tipo de bosque.

Los bosques protegen la biodiversidad, proporcionan madera, leña y otros productos forestales, evitan la erosión, regulan el ciclo hidrológico, retienen el carbono y frenan el cambio climático, y son un lugar de disfrute y de ocio para una población cada vez más urbana y alejada de la naturaleza.

Entre el 50 y el 90 por ciento de todas las especies terrestres habitan en los bosques, según la UICN. Sólo la frontera forestal (los 13,5 millones de km2 de bosques primarios que aún quedan) almacena 433.000 millones de toneladas de carbono, cifra equivalente a las emisiones de dióxido por la quema de combustibles fósiles y producción de cemento durante los próximos 70 años. Ni que decir tiene que la deforestación agravará el cambio climático causado por las emisiones de gases de invernadero. La opción más barata y lógica para mitigar el cambio climático es conservar la frontera forestal. Los bosques primarios son el hogar de más de 50 millones de personas pertenecientes a comunidades indígenas.

Más del 75 por ciento de la frontera forestal del mundo está en tres grandes áreas: los bosques boreales de Canadá y Alaska, los bosques boreales de Rusia, y los bosques tropicales de la Amazonia y el escudo de las Guayanas. Sólo ocho países, Brasil, Surinam, Guyana, Canadá, Colombia, Venezuela, Rusia y Guayana Francesa, tienen grandes porciones de sus bosques originales en inmensos bloques ininterrumpidos. Otros países que han perdido buena parte de sus bosques originales, como Indonesia, Estados Unidos y Congo, aún tienen áreas de frontera forestal en virtud de su tamaño. 76 países no tienen ningún bosque de frontera forestal; otros 11 están a punto de perderla. En Europa sólo queda el 0,3 por ciento del bosque original en grandes áreas ininterrumpidas, en Suecia y Finlandia.

La deforestación no es la única amenaza. La fragmentación y la pérdida de calidad afecta a los bosques de todo el mundo. Los bosques templados son los más fragmentados y perturbados de todos los tipos de bosque. Del 95 al 98 por ciento de los bosques de Estados Unidos han sido talados por lo menos una vez desde la colonización por los europeos. Los bosques secundarios y las plantaciones que sustituyen a la cubierta original son muy diferentes a los bosques primarios. En todo el mundo, por lo menos 180 millones de hectáreas de bosque se han convertido en plantaciones forestales. En los últimos 15 años, el área cubierta por plantaciones se dobló y se espera que se duplique de nuevo en los próximos 15 años.

La contaminación atmosférica (lluvias ácidas, ozono troposférico) también afecta a los bosques mundiales, y en particular en Europa, América del Norte y Asia, así como en las áreas cercanas a las ciudades de todo el mundo. Más de la cuarta parte de los árboles europeos muestra un grado moderado a severo de defoliación a causa de la exposición a la contaminación y a sus consecuencias, según estudios realizados por la Comisión Económica para Europa de las Naciones Unidas. Aunque la situación ha mejorado de forma notable en Europa y Estados Unidos, en China ha empeorado a causa del aumento del consumo de carbón, y dadas las perspectivas de rápido crecimiento el problema podría agravarse, a no ser que se adopten otras políticas energéticas, que den prioridad a la eficiencia, el gas natural y la energía eólica.

La Reforestación


¿En qué consiste la reforestación?

La reforestación no es simplemente plantar árboles donde hay pocos o donde antes no había sin más. La reforestación conlleva un estudio medioambiental ya que el equilibrio ecológico es muy sensible y los esfuerzos pueden resultar infructuosos o incluso dañinos para el ecosistema. Así que la reforestación consiste en un trabajo previo que define qué especies de árboles son los más apropiados para la zona, independientemente del aprovechamiento de su madera.

Es fundamental que no acaben convirtiéndose, por ejemplo, en una especie invasora que evite el crecimiento de especies autóctonas porque haría desaparecer las especies de insectos o animales que se alimentan de ellas rompiendo la cadena alimenticia. Una reforestación así destruiría el equilibrio ecológico, de por sí muy sensible y sucedería como con una fila de fichas de dominó (si tiras una, detrás caen un montón más).

Beneficios de la reforestación

La reforestación, como decíamos más arriba, beneficia en varios aspectos al ecosistema. Enumeremos todos sus beneficios:

Determinadas zonas de repoblación permiten la explotación de su madera para la obtención de combustible doméstico, así como para el uso industrial de la madera, protegiendo los bosques viejos.
Protege los suelos fértiles de la destrucción ocasionada por el arrastre de las lluvias al mantenerlo con las raíces.
Sirven de áreas recreativas naturales cuando son zonas cercanas a las ciudades.
Retrasa e incluso detiene el avance de las dunas de arenas, así como la desertificación.
Ejerce de muro protector de las zonas de cultivo contra el viento.
Optimiza las funciones de las cuencas hidrográficas evitando reboses.
También es beneficiosa para crear una masa forestal en terrenos donde antes no había árboles.
Reforestación inadecuada

Como comentábamos, una reforestación conlleva un estudio medioambiental y paisajístico. En algunos casos se han hecho reforestaciones con intenciones paisajísticas y se ha optado por determinadas especies que, aún siendo autóctonas, no eran las adecuadas para el equilibrio ecológico.

La reforestación con especies de rápido crecimiento para aprovechar la madera, aún sin ser originarias de la zona, si tienen buena adaptación ecológica no son negativas. Pero en ocasiones se han hecho reforestaciones en favor de la calidad de la madera para no talar el bosque natural pero con poco éxito produciendo un desaprovechamiento de ese terreno, de tiempo, de recursos y generando que el bosque natural siguiera explotado.

Reforestación y educación ambiental

Una ventaja de la reforestación es que se puede hacer de acuerdo con institutos y colegios u organizaciones ecológicas para realizar repoblaciones en grupos. De esta forma, es una actividad de ocio en la naturaleza, formativa y de concienciación, para niños y jóvenes o colectivos interesados en la naturaleza y su cuidado.

Nuestro consejo

Si le gusta compartir tiempo en la naturaleza con sus hijos puede enterarse si donde usted vive se realizan reforestaciones organizadas con posibilidad de grupos de cooperación. Será una oportunidad de hacer algo junto a sus hijos que quizás pueda ver crecer con los años.